jueves, 29 de diciembre de 2016

Crash.

Las palabras andan por ahí, volando, bailando con el humo. Las palabras no tienen horario y no conocen el respeto, a veces llegan cuando uno está en la ducha, o en la micro (inserte más ejemplos).
Cuando me siento a escribir, no las cazo. A veces ni siquiera se aparecen las muy putas, a veces requiere que varios vasos de cerveza para que una palabrita se pose sobre la punta del lápiz, como una mariposa empoderada.
La única forma que he encontrado para poder tomarlas es andar con un lápiz a mano, para anotarlas en cualquier lugar. He usado servilletas, confort, boletas de pan (de esas rosadas o amarillas roñosas).
Supongo que cada quien tiene su estilo, en mi caso aparecen como los accidentes: supongo que eso convierte a éste espacio en una suerte de cataclismo verborréico.

O quizá sólo quería conversar con alguien.

lunes, 26 de diciembre de 2016

Televators

Por alguna razón, me había pegado con televators, canción que me rayó la puerta hace diez años al menos. La mañana con lluvia de verano me la trajo a la mente como un aniversario por el simple hecho de vivir, y hasta el momento que estoy relatando ésto sigue sonando.
Era el cumpleaños de el Juano, el amigo que tengo hace más años continuos; la conversación se metió a la máquina del tiempo, entonces comenzamos a recordar los pasados amorosos de cada participante cuando teníamos entre los 14 y los 18 años, un período del cual nadie se siente olímpicamente orgulloso.
Me dí cuenta entonces que muchas de mis ex pololas de ese período habían encontrado amores históricos dentro de mí círculo de amistades, como si tuviese alguna especie de heshizo en el topo Gigio (parafraseando un poco, la verdad me mantuve virgen hasta los dieciochito, a duras pajas), al punto de que algunas terminaron casándose con amigos míos.

La charla tomó un giro inesperado cuando me tocó dar mi historia, dentro de la que descubrí que a la única persona que amé llegó a mi vida por meritocracia, descartando así la chance de correr con la misma suerte de mis ex.

Ya va la tercera vez consecutiva que suena televators, en la micro el camino se hace expedito por la velocidad de la micro, así como sufren las nalgas por los saltitos y lo cómodo de los asientos. Al lado mío va una guapa chica negra de unos 25 años; ecuatoriana, colombiana o quién sabe de dónde. Tras una suerte de conversación en base a situaciones irrelevantes, terminamos conversando de la vida misma. Veía cómo la chica me miraba con cierta cara de coqueteo, mientras la mía tenía un dejo de timidez (yo era más champion! Qué pasa?). Se bajó, nos despedimos y cada uno se fundió en las fauces de un incierto Santiago centro.

Santiago.

Tenemos que hablar.

No sé si me gustas o me acostumbré a vos. Tú, frío y temperamental. Yo, y mi témpera mental.

Santiago, la voz que sube cuando no se escucha, y estás sordo de sirenas y bocinas Y en tus manos veo las puertas que conducen al vacío
al río
a la promesa de habla inglesa, Al Santo Grial de clase media, De paté y de marraqueta.

Santiago, bajo tu voz de megáfono y baliza, de tus carnet a la pared, soy la voz de las voces ahogadas, Y el lápiz de los lápices quebrados.
Soy, Santiago, cada guerra imaginaria
la rebelión de todas las moscas
todas las rayas en el agua
El debate de cada sordomudo
los desamores de todas las nubes
El tango que baila cada pañuelo de humo La Mancha de todas tus murallas
Las luces que olvidaste apagar
Y las últimas estrellas que te miran por la noche.

Y casi todas las noches.

El manto.

Cada mesa que me acoja será coja, y cada vaso que me rompa ya está roto: y al salir, caminaré por túneles perennes de luces, mientras cubro sus faroles con la boca de los lobos, y la memoria de sus fantasmas con harapos de amnesia y neblina; el tibio manto de saludos de ascensor que abriga la ciudad.

Nox.

Tengo miedo de las noches, de todas ellas.

Las estrelladas y las ciegas, las sordas y las que gritan balas y llantos.

La que cubre la luz como una oleada de cuervos inefables, las que acallan las miradas y las calles, los caminos y las plantas.
Las cómplices de los demonios y los gatos, las arañas y los murciélagos, del sueño y el engaño, los sueños y los miedos.

No es ortodoxo predicar en voz alta el miedo, supongo que para eso hay psiquiatras y manicomios, pero decían que valiente no es quien teme, sino quien camina mientras teme.

Remedios caseros.

Entonces el despertador sonó maniático a las ocho, cada músculo de mi cuerpo me rogó desobedecer, los dedos de los pies se enredaban entre las sábanas con maña. Finalmente decidí levantarme y meterme a la ducha.
Te apareces en la cocina, entonces camino al baño. Me saco la ropa para bañarme, pero escucho que te ríes por el peíto que me tiré, entonces prendo la ducha fuerte.
Cuando termino de vestirme y comer, no te has aparecido, entonces pienso que al fin estoy curado, pero no es que desapareces sino hasta el metro, cuando escucho nuevamente tu voz, entonces conecto audífonos y escucho música lenta.
El tiempo en el trabajo desaparece, me sumerjo en un océano cósmico de tinta y corchetes. Una gata en la ventana me maulla, le hago cariño, me das un beso de sorpresa, vuelvo a zambullirme, trato de ignorante.
Camino de vuelta, te pregunto cómo te fue, imagino que te fue bien, siento cómo me tocas la mano, me la meto al bolsillo y pongo música de nuevo, algo más violento quizá.
En la casa me hundo en el sillón, la guitarra, los pitos y los Simpson me distraen de tu presencia hasta que me da sueño, me acuesto y me abrazas la espalda, siento pena, se me aprieta el pecho, entonces trato de concentrarme en todo lo que hice hoy, hay que dormir un poco.

Entonces el despertador sonó maniático a las ocho, cada músculo de mi cuerpo me rogó desobedecer...

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Riqueza.

Tengo algunas cosas que ya no quiero, por exceso de stock o falta de espacio:
Esperanzas ultrajadas y a medio comer.
Dos puños cerrados y varios dientes craquelados.
La visa vencida de algunas lágrimas por deportar.
Un país de palabras cojas y sin oídos.
Algún fantasma por exorcizar.
Horas de hastío.
Noches de insomnio y de fiestas imaginarias dónde no he sido invitado.

No sé bien quién pueda querer, pero en regalar no hay engaño, si alguien se manifiesta apúrese, no puedo tenerlas más tiempo.

Equipaje.

Traigo conmigo la esperanza de todos los pobres, la que atrasa los relojes, la que roe las entrañas.

Traigo un océano de tinta y papeles hambrientos, el ahogo del verdugo que trae el pan a la mesa, el ladrido hostil de cada comerciante.

Soy, entonces, todas las polillas que no temen morir quemadas por una nación de lunas eléctricas.

Lvx.

Había un brillo en tus ojos. Un brillo suave, como un maullido, como una vela, oculto y cálido como aquel rincón de mi pieza.

No era fácil de encontrar, por su naturaleza esquiva, y al mismo tiempo inolvidable, también por éste principio.

No era una hacienda, pero siempre cobijó a quienes lo encontrasen, y el invierno es muy crudo - sabes?

Perdona si cierro los ojos, es para no buscarlos por la noche.

Walkman.

Creo haber despertado con ganas de caminar.

Un pie delante del otro, hasta que sólo mis huellas hablen de mi historia.

Caminar ladeando cerros, y también pasarlos por arriba, por sobre el agua y bajo ella, y caminar sobre el filo que separa al espacio infinito de la tierra.

Caminar por entre los sueños, visitar furtivo la memoria, los anales de la historia, caminar hacia el futuro y el presente, y hacia todos los presentes.

Caminar las nubes y el fuego, los ríos y los llantos, las palabras y los ruidos, las olas y los molestos autos.

Perderle el miedo a los perros, caminando con ellos.

Perderle el miedo a los abismos, caminando sobre ellos.

Perderle el miedo a la noche, caminando dentro de ella.

Pasar móvil y transparente, mientras suben los impuestos,
mientras la comida está caliente

Mientras el metro va lleno

Mientras ladran teléfonos y jefes. Pasar silencioso, como las cartas de amor no correspondido

Como el beso que dejé en tu almohada

Como las palabras que jamás saldrán de esta fábrica.

Y seguir caminando.