Las palabras andan por ahí, volando, bailando con el humo. Las palabras no tienen horario y no conocen el respeto, a veces llegan cuando uno está en la ducha, o en la micro (inserte más ejemplos).
Cuando me siento a escribir, no las cazo. A veces ni siquiera se aparecen las muy putas, a veces requiere que varios vasos de cerveza para que una palabrita se pose sobre la punta del lápiz, como una mariposa empoderada.
La única forma que he encontrado para poder tomarlas es andar con un lápiz a mano, para anotarlas en cualquier lugar. He usado servilletas, confort, boletas de pan (de esas rosadas o amarillas roñosas).
Supongo que cada quien tiene su estilo, en mi caso aparecen como los accidentes: supongo que eso convierte a éste espacio en una suerte de cataclismo verborréico.
O quizá sólo quería conversar con alguien.