el mismo techo que me vio llegar, que miró la maleta cuando la desarmaba.
el que me sabía ver dormir ebrio en el sillón, el que me arropaba en su panza,
que me dejaba volar con la vista por horas...
me confesó el otro día
que me vio hablarle a una audiencia de fantasmas,
que tenía historias mías a la venta.
la loza no es siempre la loza, sino un ciego autocinema
donde protagonizo entrevistas y hazañas
y las peleas que no le gané a los jefes,
y las palabras de amor en conserva.
pues la boca está diseñada para avergonzarme
y el techo, el mismo techo pecho de loica
del cual yo era su hijo pródigo
me quiere delatar con los civiles.
No alberga arañas, ni hollín,
ni deudas, consejos o "te amos"
ni las humedades de la sor teresa
pero tiene ojos que miran,
como arquero, como la mona lisa
y, a veces, me amenaza.