otra noche que dejó de ser noche
en un abrir y cerrar de ojos
de dos despertadores, tan distintos
tan distantes
que me acuesto, lleno de vicios
en una cama que, ahora menos que nunca, es mía.
El amanecer es un romántico recuerdo del tecleo antes de dormir
dónde los grillos aúllan a la luna roja
La que devora cielos y envalentona a todos los girasoles
Mientras los pobres diez-mados dedos martillan jeroglíficos modernos
Raconteando los amaneceres púrpuras cardiólogos
que se extrañan a las once y veinte
con una lata llamada Bobby, o Rex
que me acompañará hasta este trayecto a cama.