Me gusta leer lo que la gente tiene que decir, las personas cuyas firmas sólo se encuentran en contratos, los que no saben hasta dónde pueden escribir, los que muestran con una hormiga de vergüenza sus textos, quienes parten disculpándose o justificando el por qué.
Las personas normales, que usan palabras normales, los que escriben en las micros, en los bares, en las cartas que no enviaron... Quienes lo hacen porque pueden hacerlo, porque quieren conversar con el papel, quizá por la costumbre de hablar entre sordos, quizá porque la ciudad habla tan fuerte que hay que escuchar con atención las pequeñas voces de las polillas.
Quienes lo hacen porque sí, porque prefirieron regalarse esas palabras que botarlas al olvido.