domingo, 24 de junio de 2018

La Alameda con San Ignacio

Era de mañana, pero aún parecía de noche, especialmente por la tartamudez de su llovizna.

El semáforo se demoraba en convencerme de que no era daltónico, y cayó justo cuando pasaba ese auto negro, aunque eso no lo ví bien... Y ahí ocurrió; bien pudo ser una mariposa, mas fue la primera carta del invierno, del esqueleto de algún álamo que no alcancé a conocer.

sábado, 23 de junio de 2018

Minerva

Y, qué quieres que te diga?
me acostumbré a extrañarte.
como me acostumbré a la ciudad,
a los ladridos nocturnos de los autos.
a las luces de rapiña.
me acostumbré a tu ausencia.
a tu fantasmal martilleo en el plexo.
a tus palabras y canciones.
como el hijo se acostumbra a las promesas del
padre alcohólico
me acostumbré a tu silencio.
a tus palabras que no son palabras
a tus canciones que no son canciones.
a seguir tu sombra... que no es sombra.
como las de la ciudad!
con sus ladridos y rapiñas.
y martilleos fantasmales.
y tu sombra.
tu maldita...
escurridiza...
y lúgubremente luminosa sombra, que no es
sombra.

martes, 19 de junio de 2018

Voyeur

Me gusta leer lo que la gente tiene que decir, las personas cuyas firmas sólo se encuentran en contratos, los que no saben hasta dónde pueden escribir, los que muestran con una hormiga de vergüenza sus textos, quienes parten disculpándose o justificando el por qué.
Las personas normales, que usan palabras normales, los que escriben en las micros, en los bares, en las cartas que no enviaron... Quienes lo hacen porque pueden hacerlo, porque quieren conversar con el papel, quizá por la costumbre de hablar entre sordos, quizá porque la ciudad habla tan fuerte que hay que escuchar con atención las pequeñas voces de las polillas.
Quienes lo hacen porque sí, porque prefirieron regalarse esas palabras que botarlas al olvido.