Pues todas las palabras que usé llenaron ese límite, y qué tristeza no haber escogido las más certeras en lugar de la verborrea etílica en la cual hay que escarbar.
Aún no descansa usted de mi memoria, me visita el aroma de sus cabellos, aunque éste solo me sea presentado en un formato etéreo y, al mismo tiempo, contemplativo, menos cercano al lenguaje primitivo que quisiera usar.
Sueño estérilmente con su beso, el que, por la influencia de Cronos y karma desaparecerán eventualmente en la misma almohada roñosa que usted conoció, y que ha sufrido el infortunio de contemplar el bucle de mis infortunios, como un viejo video de seguridad que no se entera que le han cambiado la cinta.
Edna, su Edna desaparecerá eventualmente de mí, mas su escencia comprende algo mucho más grande que el nombre y cuerpo en el que se manifieste, llamada que esperaré en la misma almohada que su versión ya conoce, desventurado y en cómodas cuotas, temiendo que me alcance vestido de huesos sin haberla vuelto a encontrar.