Solías tener una gravedad que curvaba el tiempo y el espacio cuando me acercaba unos segundos; desaparecía el ruido, el tiempo y todo alrededor, sólo quedaban mis pies a diez centímetros de los tuyos, tus ojos frente a los míos y las mismas palabras que flotaban entre ese puente invisible, palabras que no necesitaban ser habladas para saber que las estábamos hablando.
Espero volver allí algún día.
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